Lo que aprendí enseñando
PILATES…
En las clases continuamente aparecen retos. Retos en ejercicios que nos cuestan pero sobre todo, en aquellos que conllevan una desestabilización.
Puede ser con la tabla de equilibrio (el ovni), con foam roler (el rulo), con el taco o simplemente trabajando con menos apoyos de los habituales (una pierna, puntillas, un solo brazo…).
Cuando estamos en esas posturas, intentamos controlar para que el ejercicio nos salga mejor, y ¿CÓMO CONTROLAMOS?: HACIÉNDONOS PEQUEÑITOS.
Sí, sí, redondeamos la espalda, encogemos los hombros, nos agachamos… Tanto queremos controlar, que nos hacemos pequeños, en lugar de hacer nuestra postura y a nosotros grandes y abrirnos a las posibilidades.
No se trata, o al menos es lo que yo he aprendido enseñando Pilates, de controlar, ni de decirnos que podemos, ni de decirnos que no. Se trata más bien, de mantenernos abiertos a todas las posibilidades y soltar el control, para poder escuchar mejor las señales de nuestro cuerpo y confiar en que encontraremos la manera de hacerlo.
Y con el tiempo, he aprendido que Pilates es un poco, o un mucho, la vida. Cada vez que nos encontramos ante determinadas situaciones, queremos controlarlas y nos hacemos pequeñitos buscando controlar lo que pasa a nuestro alrededor, en lugar de intentar confiar y abrirnos a las posibilidades, al cambio, a lo diferente y dejar que nos transforme en algo aún mejor de lo que ya somos.
Yo te invito a que cuando notes que tu cuerpo se encoge en una situación: busques la manera de darte la confianza suficiente para soltar el control y abrirte a nuevas posibilidades.
Con respeto hacia ti misma y sin la presión de pensar que puedes o que no, simplemente viendo a ver qué pasa y aprovechándolo para conocerte y descubrir las maravillas que, sin duda, residen muchas veces ocultas en cada uno de nosotros.
Así que, como digo en clase, NO TE HAGAS CHIQUITITO… CRECE.





